martes, 1 de mayo de 2012

Assista o video e leia o belo poema do saudoso argentino: Ernesto Che Guevara




El presidente Evo Morales presentó el viernes 6 de enero la Ley 214 que declara el año 2012 como el año de la no violencia contra niños y adolescentes, la misma está orientada a desarrollar y aplicar planes y estrategias para reducir el índice de maltrato a menores.

En el 2008 un video documental "La mina del Diablo" reveló la situación de menores explotados en las minas.

El documental cuenta la historia de Basilio Vargas, un niño de 14 años, y su hermano Bernardino, de 12, mientras trabajan en las minas de Cerro Rico en Potosí (Bolivia). A través de la mirada de los niños, nos metimos en el mundo de los mineros, devotos de la religión católica, que rompen sus ataduras con Dios en cuanto entran en las montañas. Se trata de una antigua creencia que considera que el diablo, representado por centenares de estatuas construidas en los túneles, determina el destino de todos aquellos que trabajan en las minas. Huérfanos de padre asumen las responsabilidades del cabeza de familia y compaginan su trabajo con la asistencia a la escuela. Basilio sabe que la escuela es su única posibilidad de escapar de su destino en la mina.

León Gieco, compositor argentino, nos permitió con su canción "A los mineros de Bolivia" editar el video que hoy ofrecemos desde esta página. La letra de la canción es un poema de Ernesto "Che" Guevara y la música de Luis Gurevich. 

A Los Mineros de Bolivia
Es el trueno y se desboca
con inimitable fragor.
Cien y mil truenos estallan,
y es profunda su canción.

Son los mineros que llegan,
son los mineros del pueblo,
son los hombres que se encandilan
cuando salen al sol,
y que dominan el trueno.

¡Qué importa, qué importa!
¡Qué importa, qué importa!

Que la metralla los siega 
y la dinamita estalla
y sus cuerpos se disfunden
en partículas de horror.

Salen de una caverna
colgada en la montaña.
Son enjambres de topos
que llegan a morir
sin miedo a la metralla.

Morir, tal la palabra
que es norte de sus días;
despedazado, anemizado
lenta agonía en la cueva derrumbada.

¡Qué importa, qué importa!
¡Qué importa, qué importa!

Por la boca del trueno 
se oye volar el valor.
Son los mineros de acero,
son el pueblo y su dolor.

Cien y mil truenos estallan,
y es profunda su canción.

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