domingo, 6 de abril de 2014

Venezuela libra su batalla por América Latina


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El fallido intento de derribar por la fuerza al gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro ha evidenciado su enorme aislamiento: Latinoamérica y el Caribe cerró filas en defensa del curso democrático de la Revolución Bolivariana, mientras crecían, hasta en la prensa local, las expresiones de repudio a las acciones violentas, que dejaron un saldo de 28 muertes, destrucción, incendios, miles de vecinos inmovilizados en sus residencias, humo y gases, pánico y terror... 


Fracasó el intento de injerencia hasta en la OEA, salvo por el apoyo de Estados Unidos y Canadá. Solo el gobierno de Panamá se les sumó en el intento de impedir la declaración de solidaridad con Venezuela propuesta por Bolivia y acordada por 29 gobiernos latinocaribeños. Era hora: pareciera que ya la OEA no le sirve al imperialismo para legitimar sus agresiones contra los pueblos de nuestra América.

Suena extraño que apenas dos meses después de las últimas elecciones municipales en Venezuela, que ganó holgadamente el oficialismo, se tome esta decisión de patear el tablero y buscar una “salida” inmediata, al margen de calendarios constitucionales. Pero no es tan raro si consideramos que en los últimos doce años distintas oficinas del gobierno de Washington (y de algunos países europeos) han “invertido” millones y millones de dólares -junto con ONGs-pantallas y empresarios de varios países de la región-, para gestar un golpe, primero contra Chávez y luego contra Maduro. El botín es grande: las mayores reservas petroleras del mundo.

Pero en Washington no tomaron nota de la decisión. La arrogante y amenazadora declaración del secretario de Estado imperial, John Kerry, del 12 de marzo, donde anunciaba que EE.UU. invocará la llamada cláusula democrática de la OEA y aplicará sanciones contra Venezuela (que podrían afectar gravemente a la población, dijo), indica que Washington decidió desafiar la declaración de la OEA y continuar brindando apoyo a los violentos -mezcla rara de paramilitares colombianos y “sifrinos” (niños bien) venezolanos, sin más proyecto que el plan golpista llamado “La salida”-. Pocos días después, el mismo Kerry reconoció su frustración que atribuyó a las acusaciones que Maduro lanza reiteradamente a EE.UU. “No han facilitado que nosotros tengamos el tipo de impacto que nos gustaría tener”.

Lo cierto es que EE.UU., Canadá y Panamá no están solos en su apoyo a la oposición violenta: los acompañan las fuerzas más reaccionarias del mundo. La creciente y orgánica participación de los cartelizados medios de comunicación nacionales y extranjeros en la preparación y el desarrollo de las guerras y planes desestabilizadores promovidos por -y desde- EE.UU., demuestra que éstos se han convertido en verdaderas unidades militares. Si hace cuarenta años necesitaban de fuerzas armadas para imponer su proyecto, hoy el escenario de guerra es simbólico y les basta con el control de los medios hegemónicos.

La propuesta apoyada por Estados Unidos, Panamá y Canadá de llamar a un mediador internacional fracasó en el consejo permanente de la OEA. “Esperamos que la presión social, la región y los vecinos cercanos sean quienes puedan tener el mayor impacto sobre el gobierno venezolano”, dijo Kerry ante los congresistas. Horas después de su audiencia, el pleno del Senado aprobó por unanimidad una resolución bipartidista que exhorta al presidente Barack Obama a negar visas y congelar activos a responsables venezolanos de violar derechos humanos.

Tras el rechazo de que el caso de Venezuela fuera discutido en la OEA, los cancilleres de los doce países de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) se reunieron en Santiago, donde acordaron crear una comisión de ministros de Relaciones Exteriores que acompañará el diálogo entre el gobierno y la oposición venezolana a partir de la primera semana de abril. El canciller argentino Héctor Timerman sostuvo que “es una clara ratificación de los valores democráticos a partir del diálogo y el respeto a la institucionalidad”; el venezolano, Elías Jaua, se declaró satisfecho, mientras su par chileno, Heraldo Muñoz, dijo que el principio esencial del organismo es la defensa de los gobiernos legítimamente constituidos.

En la resolución de Unasur destacan la posición ante “cualquier amenaza a la independencia y soberanía de la República Bolivariana de Venezuela”, además del nombramiento de la comisión de cancilleres, que una vez se apersone en Caracas, será muy útil para que el mundo conozca, de esa fuente, la verdad de lo que ocurre en Venezuela.

El texto reiteró en su parte principal el comunicado de la Unasur del 16 de febrero sobre la situación en Venezuela, en el cual manifestaba su “más enérgico rechazo” a los actos de violencia a la vez que expresaba las “condolencias y solidaridad” con los familiares de las víctimas y “con el pueblo y el gobierno democráticamente electo de esa nación hermana”. En Santiago, los cancilleres resolvieron además “respaldar los esfuerzos del gobierno de Venezuela para propiciar un diálogo entre el gobierno, todas las fuerzas políticas y actores sociales con el fin de lograr un acuerdo que contribuya al entendimiento y a la paz social”.

ESTRATEGIA DE DESGASTE Y DESINFORMACION
De todas formas, sería erróneo pensar que estas “guarimbas”(1) y ataques violentos que llegaron al extremo de asesinar vecinos o autoridades que limpian las zonas afectadas, no están haciendo daño en varios sentidos. Son parte de una guerra de desgaste que es acompañada por buena parte del “partido” mediático nacional e internacional, y por factores económicos que siguen apostando al sabotaje y que financian generosamente a los comandos violentos.

¿Cuándo se había visto en Venezuela destruir una pista de atletismo como forma de protesta? ¿Cómo explicar el incendio de un camión con cuarenta toneladas de alimentos para el pueblo? ¿Cómo se explican los salvajes ataques a las estaciones del Metro y a las instalaciones eléctricas y telefónicas?, se pregunta en su columna dominical el director del diario Ultimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel.

Quieren provocar cansancio en los ciudadanos, sembrar una sensación de caos e ingobernabilidad. El plan golpista en sí no parece tener perspectivas de éxito, sobre todo porque en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, los violentos están generando gran rechazo. Es impensable que en este momento pueda darse ningún movimiento serio hacia un golpe de Estado, sobre todo después de los resultados de las reuniones del consejo permanente de la OEA y de los cancilleres de la Unasur.

Pero el hecho de que el conjunto de la oposición luzca cada vez más a la cola de la ultraderecha fascista, es un logro para esta última que está imponiendo su agenda. Algunos “líderes” opositores suponen que las “guarimbas” les están haciendo un trabajo sucio del cual ellos puedan recoger alguna cosecha, dado el deficiente trabajo de masas. Bien vale, pensarán algunos, la cabeza de Leopoldo López (preso por incitación a la violencia), si a cambio de eso se sigue afectando el abastecimiento de mercancías y se siguen perfilando las matrices de caos, desgobierno, zozobra y miedo.

Esos sectores saben que las “guarimbas” no derribarán al gobierno, pero esperan que los problemas y las matrices actuales se incrementen, o al menos se mantengan, para recoger después la cosecha en votos, aún cuando recientes encuestas señalan lo contrario.

Probablemente alentado por el resultado de las reuniones de la OEA y sobre todo de Unasur, el gobierno ha decidido ponerles la cara más seria a las “guarimbas”, ordenando allanamientos y la actuación de la fuerza pública en las zonas de focos violentos, y además la detención de los financistas y proveedores de estos grupos violentos. Quizá haya que dictar órdenes de captura por Interpol.

El mundo al revés
En Venezuela parecen haberse invertido todos los códigos de la relación histórica entre Izquierda y derecha, lo que confirma que los sectores conservadores, para tratar de acercarse a las mayorías, copian el discurso progresista. Así lo hizo Henrique Capriles en la campaña electoral ante Hugo Chávez, por ejemplo. Ahora intentan imponer el imaginario del mundo al revés en un acto transformista: la Izquierda sería el poder, la fuerza, la represión y la censura, responsable de la crisis y los actos ilegítimos; la derecha se disfraza con rostro del pueblo, de los jóvenes, de los que ponen las víctimas, los censurados, los que reclaman contra la inflación y el desabastecimiento, y pasan a tener patente de demócratas reconocidos alentados por los grandes medios cartelizados de gran parte del mundo. Sin duda, los medios son parte de la batalla y no meros informadores: la guerra es cultural, ideológica.

La violencia es una táctica, parte de la estrategia diseñada de antemano. Fue algo buscado desde el primer día de las movilizaciones y, los muertos -en su mayoría chavistas o policías- son presentados cómo causados por una represión que nunca existió. El llamamiento de Leopoldo López reclamando a las “guarimbas” que “el que se cansa, pierde” parece no haber logrado su objetivo. Lo hubiera logrado si el gobierno de Nicolás Maduro hubiera apelado a la represión y a las protestas estudiantiles se hubieran plegado obreros y campesinos, o si los llamados a la división de las FF.AA. hubieran tenido alguna audiencia. Pero el gobierno, en cambio, ha llamado al diálogo y conformado la Mesa por la Paz, iniciativa que se ve reforzada ahora por el apoyo de América Latina y el Caribe.

ARAM AHARONIAN
  1. “Guarimbas” se les llama a las barricadas de fuego organizadas, principalmente, en algunas urbanizaciones (barrios) de clase media-alta de Caracas y también de Valencia. Se cierran urbanizaciones con barricadas de fuego, montando focos de violencia, por grupos bien entrenados. Mientras, las policías municipales y de las gobernaciones vinculadas con las organizaciones derechistas -Primero Justicia y Voluntad Popular-, no hacen nada para evitar la acción de esos grupos. 
La derecha carteliza el terror mediático
El frente mediático de la derecha latinoamericana y mundial sigue activo en sus ataques contra la Revolución Bolivariana. Las tres redes privadas más importantes de diarios de Latinoamérica se unieron para “difundir informaciones (léase manipulaciones, distorsiones, mentiras, difamaciones) sobre la situación en Venezuela”.

La respuesta a tanto terror mediático ha sido reactiva y no proactiva, propositiva, informativa. Ha estado basada en la “denunciología” (propia de una etapa de resistencia y no de construcción) y en la preocupación por la solidaridad pasiva.

La falta de fuentes de información veraz, oportuna y para todos, facilita el trabajo de la derecha de imponer imaginarios colectivos a través de una prensa -radios, medios cibernéticos fijos y móviles, televisoras, diarios, revistas- totalmente cartelizada detrás del mensaje único. Movimientos y organizaciones sociales, prensa popular, incluso funcionarios del servicio exterior venezolano siguen preocupados por la falta de una información oportuna y veraz, que impida la imposición de esas matrices terroristas.

Incluso el director del Centro de Paz y Justicia de Estados Unidos, Tom Hayden, manifestó su preocupación por la desinformación sobre la violencia que han desatado en Venezuela grupos fascistas y criticó a la prensa internacional por no mostrar una versión clara de los hechos: “Pienso que los medios de comunicación han actuado para confundir las noticias y no favorecer a Venezuela, porque no muestran información sobre lo que ocurre, y por eso los estadounidenses no han emitido una opinión clara”.

La ofensiva del terror mediático es de temer: Andiarios agrupa a 53 periódicos en Colombia; Grupo Diarios de América está compuesto por once diarios del continente y el grupo Periódicos Asociados Latinoamericanos está conformado por 18 grupos editoriales de once países de la región. Es prácticamente toda la artillería mediática de la derecha -a la que hay que sumar sus redes en cada país- en ataque coordinado, cartelizado.

Sin tapujos, Nora Sanín, que dirige la asociación de prensa Andiarios y lidera esta campaña, señaló a la revista colombiana Semana: “Nosotros estamos haciendo política. Y está bien que la hagamos, pues nuestra causa es defender un derecho universal: la libertad de expresión”.

Los think tanks y agencias publicitarias contratadas para el golpe contra el presidente Nicolás Maduro, con apoyo de ONGs ultraderechistas como Optor -un seudomovimiento juvenil que surgió en Serbia, asesorado, entrenado y financiado por EE.UU.-, pusieron en marcha una campaña con fotos de grupos de opositores formando la palabra SOS. La campaña, es ampliamente difundida por las trasnacionales de la información (CNN y Fox News en EE.UU., El PaísABC y La Vanguardia en España; y el Grupo Diarios de América en nuestra región), y sirve para alimentar desde el exterior a las “guarimbas”, de forma de golpear la economía venezolana, acentuar el desabastecimiento y atentar contra los servicios públicos. Es herramienta para la consolidación mediática de un imaginario colectivo de violencia, enfrentamiento e ingobernabilidad, mientras trata de generar cansancio, desasosiego y zozobra en la población venezolana.

La campaña SOS apuesta a los años de alienación, banalización de la política y colonización cultural que se han acumulado en la subjetividad de la población, y es un llamado para una invasión y la injerencia extranjera.

Pero hay un nuevo elemento en este intento golpista, del que no habla la prensa cartelizada ni la derecha: la violencia contrarrevolucionaria que puso en evidencia el notorio accionar de paramilitares colombianos en los Estados fronterizos (Táchira, Mérida, Zulia, Apure) y su sanguinaria aparición en las calles de Caracas, sumándose a la violencia callejera avivada por los sectores de la burguesía. Paramilitarismo y contrarrevolución armada, si bien resumen estrategias pro imperiales y reaccionarias, se mueven en escenarios particulares. El primero desde el poder constituido, y el segundo en contra del nuevo poder revolucionario.

Al entrar a operar en el espacio venezolano, el paramilitarismo colombiano sufre una mutación para convertirse en punta de lanza en la constitución de una fuerza mercenaria contrarrevolucionaria. No se trata solo de reorientar mano de obra desocupada, sino que es una pieza importante en el diseño desestabilizador promovido por el imperio. Pero de esto casi no se habla.

Quizá valga la pena recordar el sermón del pastor luterano Martín Niemöller en 1946 (frase atribuida erróneamente a Bertolt Brecht): “Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.

Primero fueron por Jacobo Arbenz, Salvador Allende, Juan Velasco Alvarado, Omar Torrijos y Joao Goulart, entre otros. Luego vinieron por Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Manuel Zelaya, Fernando Lugo, Néstor y Cristina Kirchner, y también por la renta petrolera y Nicolás Maduro.
 Y nosotros, ¿tan callando? Tan desunidos para la acción, inundados por consignas, declaraciones (que nadie lee y otros archivan en sus bases de datos), lamentos, denuncias... inmovilismo.
A.A.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 800, 21 de marzo, 2014)