15.05.12 - Brasil
Frei Betto
Escritor y asesor de movimentos sociais
Adital
La noticia es
estremecedora: militantes políticos implicados en el combate a la dictadura
militar fueron incinerados en el horno de una fábrica del estado de Rio de Janeiro
entre 1970 y 1980.
Por lo cual el régimen militar que gobernó el Brasil entre 1964 y 1985 merece ser comparado con el nazismo.
Esa revelación fue hecha por el excomisario del DOPS (policía política) del estado de Espíritu Santo, Claudio Guerra, hoy de 71 años.
Según su declaración a los periodistas Marcelo Netto y Rogerio Medeiros, en el libro "Memorias de una guerra sucia”, en el horno de la fábrica Cambahyba -de propiedad de Heli Ribeiro Gomes, exvicegobernador del estado de Rio de Janeiro entre 1967 y 1971, ya fallecido- fueron incinerados Davi Capistrano, la pareja Ana Rosa Kucinski Silva y Wilson Silva, João Batista Rita, Joaquim Pires Cerveira, João Massena Melo, José Roman, Luiz Ignacio Maranhão filho, Eduardo Collier filho y Fernando Augusto Santa Cruz Oliveira. Dichos militantes habrían sido sacados de algunos órganos de represión de São Paulo -DEOPS y DOI-CODI- y del centro clandestino de tortura y asesinato conocido como Casa de la Muerte, en Petrópolis.
Claudio Guerra añade a sus denuncias que el coronel Carlos Alberto Brilhante Ulstra, uno de los más connotados torturadores de São Paulo, habría participado, en 1981, en el atentado en Riocentro, en la capital carioca, la víspera del feriado de 1° de mayo. Si la bomba llevada por los oficiales del Ejército no hubiera explotado en el cuello del sargento Guilherme Pereira do Rosario, segándole la vida, cientos de personas que asistían a un espectáculo de música popular hubieran quedado muertas o heridas.
El objetivo de la represión era culpar a los "terroristas” por tan horrendo crimen y de ese modo justificar la acción perversa de la dictadura.
Claudio Guerra revela además los agentes que participaron, en 1979, en la Carnicería de la Cueva, en la capital paulista, cuando tres dirigentes del PCdoB fueron ejecutados. Y añade que la "comunidad de información”, como eran conocidos los servicios secretos de la dictadura, regó panfletos de la candidatura de Lula a la presidencia de la República en el local en que quedó retenido el empresario Abilio Diniz, víctima de un secuestro en 1989, en São Paulo, para tratar de implicar al PT.
Una de las revelaciones más escandalosas de Claudio Guerra es sobre el comisario Sergio Paranhos Fleury, el más despiadado torturador y asesino del régimen militar, muerto en 1979 por ahogamiento. Considerado hasta ahora como un accidente, según el exmilitar habría sido una "quema de archivo”, crimen practicado por el CENIMAR, el servicio secreto de la Marina.
Claudio Guerra asegura haber asesinado al militante Nestor Veras, en 1975, alegando que sólo le dio el "tiro de gracia” porque había sido "muy torturado y estaba moribundo”.
Siempre se debe desconfiar de las noticias de la represión. ¿Dice la verdad o miente Claudio Guerra? Todo indica que el exmilitar, ahora convertido en pastor adventista, no se limitó, en la práctica criminal, a la represión política. En 1982 la Justicia le condenó a 42 años de prisión por la muerte de un jugador de lotería clandestina, de los cuales cumplió 10 años. A continuación le impusieron 18 años de condena por asesinar a su mujer, Rosa Maria Cleto, de 19 tiros, y a la cuñada, en el basurero de Cariacica, en 1980.
Él alegó inocencia en los tres casos, a pesar de que admite que mató al teniente Odilon Carlos de Souza, al que acusa de haber liquidado a su mujer Rosa.
Se espera que la presidenta Dilma anuncie cuanto antes los nombres de los siete integrantes de la Comisión de la Verdad, la cual deberá aclarar los crímenes y los criminales de la dictadura. E investigar las denuncias del cuerpo policial del estado Espíritu Santo. Por desgracia esa comisión todavía no será de la Verdad y de la Justicia.
El Brasil es el único país de América Latina que se resiste a castigar a quienes cometieron crímenes en nombre del Estado entre 1964 y 1985. El pretexto es la compleja Ley de Amnistía, consagrada por el STF, que pretende hacer inimputables a los verdugos del régimen militar.
Entonces, ¿cómo amnistiar a quien nunca fue juzgado y condenado? Nosotros, las víctimas, sufrimos cárceles, torturas, exilios, deportaciones, asesinatos y desaparecimientos. Y los que provocaron todo eso ¿merecen el premio de una ley injusta que les permita permanecer inmunes e impunes como si no hubieran hecho nada?
El nazismo fue derrotado hace ya casi 70 años y todavía hoy salen a la superficie nuevas revelaciones. Se engañan quienes creen que la Ley de Amnistía, el silencio de las Fuerzas Armadas y la lenidad de los tres poderes de la República habrán de transformar la amnistía en amnesia. Como afirmó Walter Benjamin, la memoria de las víctimas no se apaga nunca.
[Frei Betto es escritor, autor de "Diario de Fernando. En las cárceles de la dictadura militar brasileña”, entre otros libros. http://www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
Por lo cual el régimen militar que gobernó el Brasil entre 1964 y 1985 merece ser comparado con el nazismo.
Esa revelación fue hecha por el excomisario del DOPS (policía política) del estado de Espíritu Santo, Claudio Guerra, hoy de 71 años.
Según su declaración a los periodistas Marcelo Netto y Rogerio Medeiros, en el libro "Memorias de una guerra sucia”, en el horno de la fábrica Cambahyba -de propiedad de Heli Ribeiro Gomes, exvicegobernador del estado de Rio de Janeiro entre 1967 y 1971, ya fallecido- fueron incinerados Davi Capistrano, la pareja Ana Rosa Kucinski Silva y Wilson Silva, João Batista Rita, Joaquim Pires Cerveira, João Massena Melo, José Roman, Luiz Ignacio Maranhão filho, Eduardo Collier filho y Fernando Augusto Santa Cruz Oliveira. Dichos militantes habrían sido sacados de algunos órganos de represión de São Paulo -DEOPS y DOI-CODI- y del centro clandestino de tortura y asesinato conocido como Casa de la Muerte, en Petrópolis.
Claudio Guerra añade a sus denuncias que el coronel Carlos Alberto Brilhante Ulstra, uno de los más connotados torturadores de São Paulo, habría participado, en 1981, en el atentado en Riocentro, en la capital carioca, la víspera del feriado de 1° de mayo. Si la bomba llevada por los oficiales del Ejército no hubiera explotado en el cuello del sargento Guilherme Pereira do Rosario, segándole la vida, cientos de personas que asistían a un espectáculo de música popular hubieran quedado muertas o heridas.
El objetivo de la represión era culpar a los "terroristas” por tan horrendo crimen y de ese modo justificar la acción perversa de la dictadura.
Claudio Guerra revela además los agentes que participaron, en 1979, en la Carnicería de la Cueva, en la capital paulista, cuando tres dirigentes del PCdoB fueron ejecutados. Y añade que la "comunidad de información”, como eran conocidos los servicios secretos de la dictadura, regó panfletos de la candidatura de Lula a la presidencia de la República en el local en que quedó retenido el empresario Abilio Diniz, víctima de un secuestro en 1989, en São Paulo, para tratar de implicar al PT.
Una de las revelaciones más escandalosas de Claudio Guerra es sobre el comisario Sergio Paranhos Fleury, el más despiadado torturador y asesino del régimen militar, muerto en 1979 por ahogamiento. Considerado hasta ahora como un accidente, según el exmilitar habría sido una "quema de archivo”, crimen practicado por el CENIMAR, el servicio secreto de la Marina.
Claudio Guerra asegura haber asesinado al militante Nestor Veras, en 1975, alegando que sólo le dio el "tiro de gracia” porque había sido "muy torturado y estaba moribundo”.
Siempre se debe desconfiar de las noticias de la represión. ¿Dice la verdad o miente Claudio Guerra? Todo indica que el exmilitar, ahora convertido en pastor adventista, no se limitó, en la práctica criminal, a la represión política. En 1982 la Justicia le condenó a 42 años de prisión por la muerte de un jugador de lotería clandestina, de los cuales cumplió 10 años. A continuación le impusieron 18 años de condena por asesinar a su mujer, Rosa Maria Cleto, de 19 tiros, y a la cuñada, en el basurero de Cariacica, en 1980.
Él alegó inocencia en los tres casos, a pesar de que admite que mató al teniente Odilon Carlos de Souza, al que acusa de haber liquidado a su mujer Rosa.
Se espera que la presidenta Dilma anuncie cuanto antes los nombres de los siete integrantes de la Comisión de la Verdad, la cual deberá aclarar los crímenes y los criminales de la dictadura. E investigar las denuncias del cuerpo policial del estado Espíritu Santo. Por desgracia esa comisión todavía no será de la Verdad y de la Justicia.
El Brasil es el único país de América Latina que se resiste a castigar a quienes cometieron crímenes en nombre del Estado entre 1964 y 1985. El pretexto es la compleja Ley de Amnistía, consagrada por el STF, que pretende hacer inimputables a los verdugos del régimen militar.
Entonces, ¿cómo amnistiar a quien nunca fue juzgado y condenado? Nosotros, las víctimas, sufrimos cárceles, torturas, exilios, deportaciones, asesinatos y desaparecimientos. Y los que provocaron todo eso ¿merecen el premio de una ley injusta que les permita permanecer inmunes e impunes como si no hubieran hecho nada?
El nazismo fue derrotado hace ya casi 70 años y todavía hoy salen a la superficie nuevas revelaciones. Se engañan quienes creen que la Ley de Amnistía, el silencio de las Fuerzas Armadas y la lenidad de los tres poderes de la República habrán de transformar la amnistía en amnesia. Como afirmó Walter Benjamin, la memoria de las víctimas no se apaga nunca.
[Frei Betto es escritor, autor de "Diario de Fernando. En las cárceles de la dictadura militar brasileña”, entre otros libros. http://www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
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